Siempre se dice que ser maestro es una profesión vocacional, pues requiere de un extra de energía para lidiar con los pequeños. En nuestro caso, no sólo requiere este extra, sino también, la mayor desconexión posible (por no decir absoluta) entre lo que sucede en nuestra vida fuera de la escuela y lo que hacemos cuando estamos dentro del aula.
Aunque parece algo evidente, nuestro mundo actual nos lo pone cada día más difícil en nuestra vida diaria: es complicado conseguir plena concentración en lo que estamos en cada momento sin que nuestra cabeza dé rienda suelta a todo lo que lleva dentro, el llamado Mindfullness del que se habla tanto últimamente. Cuando no estamos completamente concentrados, no conseguimos disfrutar en momentos “reales” porque no somos capaces de vivirlos en plena conciencia.
Eso los niños lo saben bien. Ellos sí viven plenamente el momento presente, su cabecita aún no tiene la capacidad de desbordarse ni dirigirse a esa “virtualidad” irreal. Los niños quieren veracidad, autenticidad y presencia, es decir, que estemos con ellos. ¿Habéis notado alguna vez que un niño juega más y más a gusto con unos adultos que con otros? ¿O que con un pequeño rato que jugaste con alguno te adora cada vez que te ve? La causa es la presencia real de ese adulto en esos momentos.
Es difícil conseguir la presencia absoluta, pero no imposible. A los adultos nos cuesta mucho lograrlo: es la voluntad es la que puede ayudarnos en esta empresa. Y cuando lo logramos, todos nos beneficiamos de este momento, sentimos un descanso y una paz interior que invita al niño a un desarrollo más armónico y, sobre todo, a una relación con los adultos más real.
En nuestra Escuela Allegra, las maestras damos el menor número posible de instrucciones a los niños y nos ocupamos sobremanera de estar presentes al hablar o dirigirnos al niño. Eso hace que lo que le transmitimos no llegue solo a la parte intelectual: el niño lo recibe y se integra en lo que la maestra necesita ¡casi como magia! Lo que hablamos con el niño pensando en otras cosas, es hueco, a ellos no les llega. Quizás esta falta de presencia pudiera ser uno de los problemas de los niños que no paran de derrochar energía, en los que su dispersión es constante y en ningún momento consiguen conectar con algo propio, íntimo y personal. La buena noticia es que todos tenemos esa varita mágica dentro de nosotros y la posibilidad de usarla.
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Si estás buscando una escuela infantil diferente, basada en pedagogía Waldorf, te invitamos a que vengas a conocernos. Puedes contactarnos en el 670 576 286, en info@escuelalibreallegra.es o a través del formulario que encontraras más abajo. ¡Te esperamos!