En nuestra escuela Allegra, al igual que otras escuelas con base en la pedagogía Waldorf, marcamos los ritmos anuales a través de las fiestas propias de cada estación. Así, en este momento del año, la principal fiesta es el Adviento, que significa “la llegada” y que comienza con una actividad que se realiza sólo con los niños: la espiral de Adviento. Los pequeños caminan hasta el centro de una espiral cantando villancicos, encienden su vela y la depositan en el camino de vuelta; al finalizar, tenemos una bonita espiral de luces.
La época de adviento simboliza el camino interior que cada individuo ha de transitar y que termina en ese nacimiento o resurgir de algo nuevo, diferente, en cada uno de nosotros. Podemos intentar que nos llegue algo nuevo desde ese ser único e individual que cada uno de nosotros tiene dentro. Podemos crear los cambios y la trasmutación de los acontecimientos que nos afectan.
Esto implica un esfuerzo y un tiempo; lograr este cambio, este ‘nacimiento’ significa trabajar para conseguirlo y ser pacientes en ese trabajo. El camino del adviento sólo lo puede realizar uno mismo, desde la paz interior y los momentos de sosiego y concentración.
En la escuela, las maestras nos marcamos nuestro propio reto, esa transformación en la que cada una nos esforzamos para conseguir algo mejor de nosotras mismas. En casa, también podemos vivir esta fiesta a partir de objetivos sencillos: intentar no “meter” tanta prisa por la mañana, estar más atentos al juego del niño, compartir algo más de tiempo con nuestra pareja… son sólo algunos ejemplos.
No es sencillo transmitir esto a un niño, y no debemos hacerlo con las palabras, pues aún son muy pequeños. Por eso, la forma a esta temprana edad es el ejemplo, pues lo que viven en nosotros también se les transmite. A fin de cuentas, son herramientas para su vida.